Liberalismo es un término complejo. No por el término en sí, sino porque ha sido aplicado tanto en aspectos económicos como filosóficos, políticos, etc. Sin embargo hay un sustrato común en todos ellos y un contexto histórico común que le otorgan un sentido, y es defender las libertades individuales y civiles en oposición a cualquier despotismo.
Cómo entender el liberalismo
Esta doctrina se va gestando en los siglos XVII y XVIII para encontrar su punto máxima de expresión en la Revolución Francesa, la única gran revolución de carácter netamente ideológico que tuvo Occidente y que sirvió de base para todos los estados modernos. Implicó una gran ruptura con la sociedad medieval, ya no es la sociedad o el grupo el factor determinante si no que es el individuo particular el que aparece como principal agente histórico. Esto lleva implícita la aparición de la propiedad privada y el desarrollo paulatino (pero acelerado) del capitalismo.
En el plano político aboga por un Estado de Derecho donde las personas sean iguales ante la ley, con un marco jurídico que proteja las libertades de los individuos.
Otro punto a destacar es la tolerancia religiosa, con un estado laico.
El liberalismo económico postula que el mercado se regula por sí mismo, sin intervención del estado y defiende las conductas privadas. Propone eliminar los impuestos o reducirlos al mínimo, estableciendo un «mercado de competencia perfecta». Esto acarrea ciertos problemas, ya que los supuestos de éste no se encuentran en la realidad y las políticas liberales suelen profundizar las diferencias en los sectores más vulnerables.
