El hecho de perdonar a alguien por una falta u ofensa no es sólo la acción de olvidar el agravio, sino que también permite crecer el alma de quien perdona y del perdonado. Quizás en la práctica no es tan fácil de aplicar que en la teoría, seguramente a algunos les costará más tomar la decisión de perdonar, porque a veces resulta dificultoso dejar atrás el sentimiento de haber sido ofendido o traicionado. No olvidemos que dejar de perdonar trae consigo otras etapas iguales o más negativas.
Etapas del rencor
La primera etapa que se manifiesta es el agravio, a la que se puede responder de dos maneras: perdonar o no perdonar. No existe nivel intermedio. Si se perdona, el alma se libera y la ofensa se olvida. Si no se perdona, comienza a fluir la segunda etapa negativa que es el resentimiento, y que viene acompañado de la falta de paz interior.
Es bastante simple quedarnos con la idea de que nos han ofendido, pero no es simple buscar una respuesta a esta acción; seguramente algo haya causado esta reacción en la otra persona, aunque haya sido una equivocación. Si pudiéramos encontrar este motivo, tal vez simplifique la búsqueda de la solución. Pero si aún no perdonamos, el tiempo se encargará de hacer brotar la tercera etapa: el rencor, que es el otro extremo opuesto al amor. Y lo más probable es que el rencor genere la necesidad de venganza. Esta acción hará que las etapas surjan ahora en la persona que hizo la ofensa; lo que ocasionará una y otra vez, en forma reiterada, este ciclo de odio.
Así que finalmente se concluye que la acción más fácil y más sana, es perdonar.