Almería es una tierra de contrastes. Está enclavada en el único desierto de Europa (que ocupa buena parte de su provincia, se interna en la vecina Granada y sigue aumentando), pero en los llanos de esos cerros pelados y pedregosos delimitan, en las que tantas películas de indios y vaqueros se han rodado en los años sesenta, han crecido vegetales bajo pasticos en unos inmersos invernaderos en los que se producen buena parte de las verduras extratempranas de toda Europa, en un oro verde codiciado por los más exquisitos mercados.
La catedral del Sol Luciente
El viajero espera encontrar una catedral y se encuentra más bien con un castillo, una iglesia fortaleza rectangular de bien escuadrados sillares y hasta una torre del homenaje tardía (siglo XVIII). La plaza de armas, ruidosa de acentos guerreros, se ha transformado en un claustro silencioso y recoleto en el que nos sobresalta el alboroto de una paloma que levanta el vuelo de un seto dormido.
En uno de los muros nos sorprende el relieve de Portocarrero: un sol con rostro humano del que parten destellos. ¿Hay algo de pagano en esta súbita evocación solar o es simplemente el adorno que quiere representar en la severidad castrense del entorno?
La Alcazaba que sube y baja montes
Los califas de Córdoba fortificaron Almería con una estupenda alcazaba que guardaba el activo puerto a través del cual comerciaban con el Mediterráneo y el Magreb. Una potente escuadra aquí radica protegía ese comercio y mantenía a raya a las potencias rivales cristianas o musulmanas. La Alcazaba de Almería, reconstruida tras el devastador terremoto de 1522, sufrió un paulatino abandono, hasta que el siglo XIX se desalojó al monipodio de mendigos que habitaba sus ruinas y se acometió su reconstrucción.
Un empinado sendero enlosado nos conduce a la puerta del primer recinto o albacara que en caso de peligro, servía de campamento de tropas auxiliares y de refugio de la población civil. Vigila la entrada a la hermosa torre de los Espejos. En la punta este de la fortaleza se encuentra el baluarte del Espolón, una batería poligonal de tipo Vauban, en su mayor parte restaurada, que incorpora algunas mamposterías originales.
En la parte más alta de la fortaleza, destacan las torres redondas, que derivan de una re fortificación de 1492 a 1534. Es interesante la cisterna de dos naves bajo la parte central del patio.
Museo Arqueológico de Almería
Almería es la primera provincia de España en importancia arqueológica, además de la esquina europea, con menos precipitaciones y más horas del sol al año. Desde tiempos remotos ha sido tierra de acogida y puente entre gentes y culturas llegadas de África o de Europa en el cauce de la vía natural: Almería, Hoya de Baza, Guadix, curso del Guadiana Menos, pasos de Sierra Morena y anchuras de la Meseta central.
En el museo de Almería, inaugurado en 2006, es uno de los museos más interesantes e innovadores de toda España y una visita obligada para el viajero culto e interesado en la culturas de El Argar y Los Millares del III y II milenio antes de nuestra era, las más importantes de la prehistoria peninsular, ambas radicadas en tierras almerienses.
En el vestíbulo del museo nos sorprende una espectacular escultura aérea denominada Nube de Siret, homenaje al ingeniero Belga Luis Siret que llego a Almería en 1880 contratado por la Compañía Minera de Sierra Almagrera y consagro sus ocios a la arqueología excavando yacimientos almerienses de los que proceden los restos arqueológicos del museo.
Ruta por la cultura de El Argar
La ruta de El Agar abarca varios poblados de la Edad del Bronce. Destaca el de Antas, descubierto y excavado por Luis Siret, al que anteriormente nombramos.
El Argar, cultura que sucede a la de Los Millares, se caracteriza por la explotación y comercialización de yacimientos mineros, los avances en técnicas agropecuarias, el cuidado de las vías de comunicación y una organización social y fronteriza más compleja.
Los argaricos construyen casas rectangulares divididas internamente por tabiques y sepultan a sus muertos individualmente en cistas. En el yacimiento se puede observar como la cultura de la muerte está muy desarrollada en los túmulos funerarios.
Cuevas de Almanzora
La población de Cuevas de Almanzora no solo ofrece típicas viviendas trogloditas, monumentos diversos y arquitectura popular, también cuenta con diecisiete kilómetros de moderna y bella costa.
Merece la pena pasear tranquilamente por sus calles para contemplar bellos monumentos y las casas burguesas de estilo barroco y neoclásico. Es de especial interés la Cueva-Museo, de mediados del siglo XX, con tres habitaciones: vestíbulo-distribuidor-almacén; cocina-comedor y dormitorio.
En la Cueva Museo observamos una completa colección de utensilios que muestran cómo se desarrollaba la vida cotidiana de los modernos trogloditas, una vida sorprendentemente cómoda si la comparamos con la de otros contemporáneos suyos: al menos el efecto de la cueva les garantizaba una temperatura agradable tanto en invierno como en verano.
Poblado Prehistórico de Los Millares
El viajero por tierras almerienses no debe perderse una visita a Los Millares, un poblado que floreció entre los años 2600 y 1800 a.C aproximadamente. Está en el término de Santa Fe de Mondujar, bien señalizado, por lo que no tiene perdida.
Los habitantes de Los Millares, quizá unas 1500 personas, dedicaban a la metalurgia del cobre aprovechando la cercanía de la sierra de Gádor, donde explotaban buenos yacimientos de este mineral.
Tras visitar el centro de interpretación, el visitante recorre el poblado, rodeado por tres murallas sucesivas jalonadas por torres de planta semicircular y bastiones defensivos, que también pudieron servir para almacenar excedentes alimenticios, fundamentalmente trigo, cebada y legumbres.
En Los Millares destacan las necrópolis con tumbas colectivas en cuevas artificiales. Los ricos ajuares hallados en estas tumbas sugieren la existencia de una sociedad organizada muy avanzada en cuanto a creencias y complejos ritos funerarios.
La cultura de Los Millares enlaza la Edad de Piedra con la de los Metales. Sus pobladores utilizaban todavía la piedra para fabricar las diferentes armas, dioses y utensilios domesticos, pero ya incorporaban herramientas de cobre como material novedoso de trabajo y de comercialización.
Isla de San Andrés
Como antesala del Parque Natural Cabo de Gata-Nijar, el viajero divisa la pequeña isla de San Andres, una ballena varada frente al municipio de Carboneras a 400 metros de la playa de la Puntica. Destaca la rica pradera de alga vidriera que crece en la superficie y otorga un tono negruzco a sus limpias aguas claras.
Es un lugar privilegiado para bucear y a ello se aplican, con deleite y aplicación, numerosos escudriñadores del fondo marino. Se hectárea y media de extensión abarca dos islotes. En sus numerosas grutas y cuevas habita una importante fauna marina compuesta por castañuelas, mero, mojarras, doncellas, tordos, sargos, obladas, espetones y charranes, esos pacíficos animales que buscan alimento y reposo. También lo habitan gaviotas y golondrinas de mar.
Parque Natural Cabo de Gata-Nijar
El Parque Natural Cabo de Gata-Nijar es de origen volcánico y engloba el espacio protegido de mayor superficie y relevancia ecológica de todo el mar Mediterráneo occidental Europeo.
Ostenta la Carta Europea de turismo sostenible. Junto al faro del cabo de Gata, el viajero encuentra los arrecifes de las Sirenas, uno de los paisajes más espectaculares de toda España. Abruptos y oscuros roquedos que contrastan con el mar azul y una vegetación y fauna singulares.
El Cabo de gata es a la vez cuna de civilizaciones y vía de paso de múltiples culturas que dejaron huella. En su espacio podemos encontrar asentamientos neolíticos, restos fenicios, griegos, romanos y musulmanes. La diversidad histórica de la zona hace de este lugar un sitio para observar la evolución de nuestra cultura.
El Malecón de Garrucha
Tres puertos, el deportivo, el comercial y el pesquero justifican que desde el siglo XVIII la burguesía almeriense y la de otras provincias andaluzas se aficionara a veranear en la playa de las Escobetas de Garrucha.
Terratenientes y propietarios de las minas, y posteriormente la clase media y los turistas, convivían en el Malecón, precioso paseo marítimo de casi dos kilómetros, con pintorescas tabernas de pescadores y lujosos restaurantes donde triunfan, sobre cualquier otro condumio, los famosos gambones de Garrucha, de textura y de sabor exquisitos, procedentes de los caladeros locales.
Garrucha es un lugar ideal para pasear y descansar a orillas del Mediterráneo. En época nazarí el pueblo era conocido como Almorac. En el siglo XVI se consolido como uno de los puertos más importantes del Mediterráneo. Merece la pena levantarse al amanecer para asistir a la salida de los barcos pesqueros y luego aguardar su regreso a media tarde para asistir, en la lonja del puerto, a la subasta del pescado fresco.
El Puerto de Aguadulce
Aguadulce es uno de los puertos andaluces más glamurosos, aunque de moderna construcción. En esta localidad predomina el turismo con posibles procedente tanto de Almería como del resto de la Península. La dolce vita se prolonga sin estridencias hasta altas horas de la madrugada, con una excelente oferta comercial y de ocio.
Por la mañana, mejor temprano, el límpido aire apenas maculado por el aroma de los churros, el puerto de Aguadulce presenta la otra cara tranquila, playas cristalinas bajo un cielo azul infinito.
Los que gustan del mar y se han ido iniciando en las artes de la navegación exploraran las recónditas calas de aguas transparentes y serenas en las que les precedieron los mercaderes fenicios, los piratas berberiscos, los corsarios ingleses y el inmortal Ulises, si es que llego a este punto, lo que es dudoso, pero no imposible a poco que le echemos imaginación y buena voluntad.